El bruxismo puede definirse como un hábito parafuncional que consiste en rechinar o apretar los dientes y puede ocurrir durante el sueño o la vigilia.
El bruxismo diurno se caracteriza por una actividad semi-voluntaria de la mandíbula que aprieta los dientes mientras el individuo está despierto, si esto se realiza durmiendo, quiere decir que el bruxismo es una actividad inconsciente en donde apretamos o rechinamos los dientes, produciendo sonidos.
El bruxismo puede ser de origen local, sistémico, psicológico, ocupacional, hereditario o está relacionado con los trastornos del sueño. El factor psico-emocional es uno de los factores más importantes en el desarrollo del bruxismo.
Hay denominados factores de riesgo para el bruxismo, entre ellos podemos mencionar la predisposición genética, el factor de la hormona, los hábitos de comportamiento y uso de estimulantes del sistema nervioso central. Como factores contribuyentes, tenemos la oclusión dental, cambios posturales y la respiración.
El bruxismo del sueño es más común en la infancia y tiende a persistir hasta la edad adulta. Los estudios longitudinales muestran que de un 35% a 90% de los niños con bruxismo del sueño evolucionan ya en la edad adulta. La prevalencia de bruxismo en los niños varía desde un 7% a un 88%.
Los niños pueden desarrollar hábitos orales en una edad temprana, socavando así el equilibrio entre la función y el crecimiento. De todos los hábitos que pueden alterar el crecimiento del complejo craneofacial, el bruxismo en particular, puede causar daños a la ATM (articulación temporomandibular), músculos, dientes, el periodonto y la oclusión.